El auge de la inteligencia artificial ha facilitado la creación de imágenes falsas, videos y audios manipulados, lo que plantea una seria amenaza a la integridad en internet. Herramientas como “Crispr-Cas” permiten la manipulación de genes, lo que ha conducido a la proliferación de deepfakes, provocando dificultades para distinguir la realidad de la ficción.
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Los deepfakes, que representan a personas famosas como Taylor Swift o Donald Trump, son cada vez más difíciles de detectar. Plataformas como DALL-E y Midjourney simplifican la creación de imágenes deepfake, lo que facilita su uso en estafas, robos de identidad, propaganda e incluso manipulación electoral.
Detectar deepfakes se ha vuelto un desafío, ya que la inteligencia artificial ha perfeccionado su capacidad para crear imágenes convincentes. Se sugiere prestar atención a detalles como el brillo electrónico en las imágenes deepfake, la coherencia de las sombras y la iluminación, así como los bordes borrosos en el intercambio de rostros.
La falta de contornos nítidos en los dientes o movimientos labiales poco naturales pueden ser señales de manipulación. Sin embargo, el contexto también es importante: si una acción parece inverosímil para un personaje público, podría ser un deepfake.
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Algunas empresas, como Microsoft e Intel, han desarrollado herramientas de autenticación para detectar deepfakes, aunque su acceso puede ser limitado. No obstante, la rápida evolución de la inteligencia artificial plantea desafíos constantes en la detección de deepfakes, lo que sugiere que las estrategias actuales podrían volverse obsoletas en el futuro cercano.