En el estado de sueño, el cuerpo experimenta una parálisis natural. A pesar de los sueños más intensos, los músculos permanecen inmóviles y relajados, mientras la respiración sigue un ritmo constante. Durante este reposo profundo, el mundo exterior queda en segundo plano, permitiendo que el mundo de los sueños se desarrolle sin interrupciones. Sin embargo, esta conexión entre ambos universos no está completamente cerrada.
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En el cerebro, existe una compleja red de células nerviosas conocida como el sistema de activación reticular. Este sistema, crucial para funciones básicas como la respiración, no puede detenerse y su actividad plena indica el estado de vigilia. Por otro lado, el núcleo ventrolateral preóptico opera en sentido opuesto, regulando la somnolencia y respondiendo a los estímulos lumínicos que distinguen entre el estado de vigilia y el de sueño. El equilibrio entre estos dos sistemas es esencial para un sueño reparador.
La posible interrupción en este equilibrio se manifiesta en forma de espasmo mioclónico, indicando que el sistema motriz no está completamente paralizado y exhibe cierta independencia del estado de sueño.
Este temblor repentino puede preceder a la parálisis del sueño, aunque el sistema de activación reticular aún se muestra reticente a ceder el control por completo.
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Sin embargo, si el despertar es provocado por estímulos dentro del sueño, como la sensación de caída, un golpe o un ataque, el sistema de activación reticular toma el control y la brusquedad de la reacción nos devuelve al estado de vigilia.
Aunque estos espasmos del sueño generalmente no tienen implicaciones médicas significativas, si interfieren con el descanso de manera recurrente, es recomendable buscar la orientación de un especialista médico para determinar el tratamiento adecuado.