Ambos tipos de dengue, el clásico y el grave o hemorrágico, son transmitidos por el mosquito Aedes aegypti, cuya reproducción aumenta significativamente durante la temporada de lluvias, facilitando la propagación de esta enfermedad.
No obstante, la picadura de este mosquito no siempre provoca las mismas consecuencias en todas las personas.
De acuerdo con el portal especializado PulsoSalud, en los casos de dengue clásico, es posible que la persona no presente complicaciones y su recuperación sea gradual, logrando aliviarse por completo.
En casos de dengue clásico, los síntomas pueden incluir fiebre alta, dolor de cabeza, dolor detrás de los ojos, dolor en los huesos y en el cuerpo en general. Sin embargo, algunas personas pueden no mostrar síntomas evidentes, lo que complica el diagnóstico y el tratamiento oportuno.
Por otro lado, el dengue grave o hemorrágico presenta un riesgo mucho mayor para la vida del infectado, siendo esta una de las diferencias más significativas entre ambos tipos.
Según PulsoSalud, el dengue grave puede causar complicaciones severas como taquicardias, dolor intenso en los huesos, hemorragias, alteraciones en la presión arterial, insuficiencia circulatoria y deshidratación. Estas complicaciones incrementan considerablemente la probabilidad de mortalidad.
Además, el dengue hemorrágico puede llevar a un estado de shock, conocido como síndrome de choque por dengue, el cual se caracteriza por una caída repentina de la presión arterial que puede resultar fatal si no se trata de inmediato. Este tipo de dengue requiere atención médica urgente y, a menudo, hospitalización para manejar los síntomas y prevenir complicaciones graves.
La prevención sigue siendo clave en la lucha contra el dengue. Es fundamental eliminar los criaderos de mosquitos, usar repelentes, instalar mosquiteros y tomar medidas para evitar las picaduras, especialmente durante la temporada de lluvias cuando la actividad del mosquito Aedes aegypti está en su punto máximo.